Sabemos que nuestra mente crea la realidad y, por lo tanto, la manera en que pensamos determina la forma en que sentimos. Por ejemplo, si pensamos negativamente, nos vamos a sentir mal. Si pienso que estoy realizando mal mis tareas o que estoy fracasando, voy a frustrarme y a sentirme triste. En realidad, yo no sé si eso es realmente lo que está sucediendo y -de todos modos- ese pensamiento determina la forma en la que me siento.
Pensar es establecer nexos y asociaciones entre diferentes ideas o conceptos: cada uno de tus pensamientos habituales consiste en varios pensamientos simples conectados.
Si construyes el hábito de gestionar tus pensamientos, puedes vivir mejor: tú puedes cambiar esta trama de asociaciones y conexiones para ajustarte a las exigencias de tu entorno.
Porque seguramente has notado que existen muchos detalles de tu vida cotidiana que conoces muy bien y que -sin embargo- por momentos te desconciertan. De repente, sientes confusión acerca de algo que solías hacer sin pensar. Es un sutil llamado de atención, un recordatorio para que refresques tu concentración y dejes de vivir en piloto automático.
Tú tienes la capacidad de moldear cada aspecto de tu comportamiento. Eres responsable de tus pensamientos, de tu mirada frente a tus recuerdos, de tus sentimientos, esperanzas, sueños e imaginación. Incluso puedes determinar cómo vivir tu espiritualidad, sean cuales fueren tus creencias, para sumar herramientas que aumenten tu calidad y tu expectativa de vida.
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