Actualizado: 1 oct 2020
Sabemos que nuestra mente crea la realidad y, por lo tanto, la manera en que pensamos determina la forma en que sentimos. Por ejemplo, si pensamos negativamente, nos vamos a sentir mal. Si pienso que estoy realizando mal mis tareas o que estoy fracasando, voy a frustrarme y a sentirme triste. En realidad, yo no sé si eso es realmente lo que está sucediendo y -de todos modos- ese pensamiento determina la forma en la que me siento.

Pensar es establecer nexos y asociaciones entre diferentes ideas o conceptos: cada uno de tus pensamientos habituales consiste en varios pensamientos simples conectados.
Si construyes el hábito de gestionar tus pensamientos, puedes vivir mejor: tú puedes cambiar esta trama de asociaciones y conexiones para ajustarte a las exigencias de tu entorno.
Porque seguramente has notado que existen muchos detalles de tu vida cotidiana que conoces muy bien y que -sin embargo- por momentos te desconciertan. De repente, sientes confusión acerca de algo que solías hacer sin pensar. Es un sutil llamado de atención, un recordatorio para que refresques tu concentración y dejes de vivir en piloto automático.
Tú tienes la capacidad de moldear cada aspecto de tu comportamiento. Eres responsable de tus pensamientos, de tu mirada frente a tus recuerdos, de tus sentimientos, esperanzas, sueños e imaginación. Incluso puedes determinar cómo vivir tu espiritualidad, sean cuales fueren tus creencias, para sumar herramientas que aumenten tu calidad y tu expectativa de vida.