¿Qué huella estás dejando?

Estos tiempos difíciles que toda la Humanidad está transitando, se caracterizan por el detenimiento o la inacción.

Ya sabes que existe una gran diferencia entre estar ocupado y ser productivo. ¿Te has puesto a pensar si moverte a un ritmo rápido significaba que hacías mucho? Tal vez te desplazabas, ibas de un lugar a otro, pero ¿avanzabas? Te propongo que aproveches esta reducción de la velocidad de nuestras vidas para recuperar tu orientación.

¿Qué huella estás dejando en tu recorrido cotidiano?

¿Tus acciones mejoran las vidas de los demás? ¿Eres una persona accesible para los pequeños y los mayores en tu núcleo de familiares y amigos?

En cierto sentido, para dejar una huella basta con tu sola presencia. Pero si nos referimos a algo más trascendental y transformador, estaríamos hablando de aquellas actitudes y acciones que te definen y te convierten en una referencia.

En suma, eres responsable de la huella que estás dejando. Porque se trata del resultado de tu trabajo de autoconocimiento y desarrollo personal:

• Quiérete. Reconócete en tus acciones. Respétate.

• Aprende. Experimenta. Toma riesgos.

• Practica la coherencia entre tus pensamientos, tus emociones y tus acciones.

• Recuerda que un exceso de perfeccionismo puede conducirte a la inmovilidad.

• En ocasiones, no tomes la opción más habitual o lógica. Innova.

• No te conformes, sigue creciendo. Y cuando encuentras lo que te apasiona, dedícate a ello con toda tu alma.

Nuestras decisiones, nuestro comportamiento y nuestros gestos impactan en las personas a nuestro alrededor y dejan huella.

La impresión que causamos, la energía que contagiamos y el recuerdo que dejamos a diario en las personas con las que nos vinculamos permanentemente o en encuentros casuales, son oportunidades de enriquecer la vida de los demás y la nuestra.

Ejercita tu atención. Enfócate en este propósito. Invierte este tiempo en realizar pequeños cambios en tu vida para alcanzar grandes metas.

Abrazo,